Introducción

La vida de Hernán Cortés es fascinante, no sólo porque con muy pocos recursos —aunque con mucha astucia práctica y política— venció al imperio más poderoso de Mesoamérica, sino también, por su firme convicción de formar una gran nación mestiza, sin dominación española y con un profundo respeto por la ancestral cultura indígena. La vida y el legado de Hernán Cortés son sin duda de los temas más relevantes y olvidados de la historia de México, porque paradójicamente su imagen fue denigrada por los reyes de España.

Mi constante interés sobre este fascinante personaje se debe a que en él encuentro el origen de una nación compleja. La historia de Cortés nos habla de un hombre que construyó su destino y cuyos aciertos y errores nos marcan hasta nuestros días. Existen múltiples versiones sobre la figura de Cortés. La más común es la leyenda negra que saca de contexto, de una forma simplista, el viaje de un emprendedor que con sus propios recursos se lanzó a la aventura, convirtiéndose en la semilla de una nueva nación.

Nada ha dañado más nuestro subconsciente colectivo que descalificar al emprendedor que arriesgó todo, que dejó atrás su posición como el hombre más rico de Cuba, para embarcarse hacia lo desconocido e iniciar lo que hoy llamamos México. La historia oficial, la que simplifica, polariza e incluso caricaturiza el origen de nuestra nación dividiéndonos entre “conquistadores” y “conquistados”, víctimas y victimarios, no sólo deja a un lado los logros de nuestros antepasados sino que genera una visión que nos divide y nos degrada.

La narrativa histórica sin matices y fundada en verdades absolutas, sólo ha conseguido que los mexicanos entremos en conflicto con nuestro propio origen. ¿Qué discurso más dañino podríamos encontrar?

Debemos procurar una visión más balanceada sobre los principios de nuestra gran nación. Por ejemplo, el libro “Cortés, la biografía más reveladora”, de Christian Duverger, relata con detalle el proceso de conquista, así como la administración pública y la organización social planteadas por Cortés en los nuevos territorios. Sobre este complejo ser humano, otro autor que he tratado en este espacio, en “Las cinco rutas de Hernán Cortés”, es Juan Miralles. Sobre su otra obra, “Hernán: el inventor de México”, comentaré en el futuro.

Por lo pronto, la lectura de Duverger nos permite tener una visión amplia y objetiva de un ser humano lleno de matices, visión que va mucho más allá de la caricatura que trazan los libros de texto. En este espacio, publicaré en tres partes un resumen de esta interesante obra. Veamos.

Parte I

Llegada al nuevo mundo

A los 19 años, con espíritu emprendedor y aventurero, el joven Cortés llegó a América en 1504. Vivió algún tiempo en lo que hoy son Haití y Cuba, en donde a pesar de lograr puestos públicos importantes y ser una figura respetada, sentía una gran indignación ante situaciones de explotación y crueldad hacia los indígenas. Este terrible maltrato se tradujo en el exterminio, y ante la desesperación, el suicidio de la población local.

En su búsqueda de opciones para desarrollar una nueva nación mestiza, con valores que trascendieran a la Edad Media y aprovechando la oportunidad que le presentó Diego Velázquez, gobernador de Cuba, para realizar una expedición hacia México, Cortés vendió sus bienes, obtuvo préstamos y en 1519 partió a Yucatán.

Malitzin

Resuelto a explorar y poblar nuevos territorios, salió con 10 barcos con sus respectivos cañones, cerca de 500 infantes, 16 caballos y 13 escopetas, entre otras piezas menores de artillería.

¿Cómo un hombre con tan escasos recursos militares podría conquistar a un vasto imperio de más de seis millones de habitantes, con enormes cualidades guerreras? Su liderazgo, olfato político, capacidad para detectar oportunidades, tomar decisiones y actuar rápidamente de acuerdo a las circunstancias, así como la situación insostenible para los pueblos bajo la dominación Azteca, serían cruciales en esta empresa formidable.

De Yucatán viajó por el Golfo de México hasta el Río Grijalva, donde se encontró con pueblos mayas que, como signo de paz, después de un duro recibimiento, regalaron a los españoles veinte jóvenes esclavas.

Una de ellas, de gran belleza e inteligencia, fue Malintzin, o Doña Marina para los españoles, quien sería intérprete, consejera, cómplice y compañera de vida de Cortés y con quien tendría un hijo, ejemplo de su voluntad de desarrollar una sociedad mestiza. Gracias a ella, Hernán Cortés pudo conocer y admirar aún más la cultura precolombina.