Claudia Mollinedo, destacada conductora de Primera Línea, te invita a reflexionar respecto a este atípico ciclo escolar que apenas inicia, discutiendo las ventajas que presentan las nuevas tecnologías, pero sin olvidar el rezago tecnológico que afecta a la mayor parte de la población y que debido a ello no podrá sacar provecho de esta nueva modalidad educativa.

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«El ser humano no se realiza en solitario, sino en medio de otros individuos de su misma especie».

Es manifiesto que al evocar el significado literal del término «educación a distancia», nos viene a la mente la palabra «ventajas», pero a toda ventaja acuña un reto: no es solo el uso de nuevas tecnologías, es buscar contenidos nuevos para provocar el interés, la emoción y la sorpresa del alumno; es fijar su atención, pues cuando se está a distancia las inquietudes cambian y lo mismo ocurre con los deseos e intereses de cada persona; es buscar crear emociones útiles y positivas; es tener claro que lo que sabíamos tiene que ser dicho de otra manera, en tiempos más cortos, que permitan demostrar si el alumno aprendió o no.

Buscar enfatizar sobre las formas —presencial o virtual— no solamente es cuestión de aprecio, hay que hacer que el alumno fije sus procesos de aprendizaje con disciplina y educación. Por supuesto, es momento de abrir paso a la innovación y a la creatividad, a la generosidad y a la bondad, pero ello no será suficiente, se necesitará buscar un nuevo tipo de narrativa, centrarnos en reconstruir nuestro proceso educativo.

México, como país emergente, tiene muchas necesidades y problemáticas que enfrentar en el corto, mediano y largo plazo y una de ellas es disminuir el rezago y la inequidad en educación, además de mejorar la calidad de la misma, ya que es baja comparada con otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde nuestro país ocupa los últimos lugares como lo señala este organismo en su última evaluación, la del 2019: cerca del 45.1% de la población mexicana entre 15 y 19 años de edad no estudia, la segunda cifra más alta entre países asociados.

Luego de este desalentador panorama, pensar en los beneficios de la educación a distancia es sencillo: el costo es muy bajo, el aprendizaje puede llegar a comunidades rurales aisladas, ser accesible para personas con discapacidad, para madres y padres de familia cuyos horarios de trabajo no les permiten mandar a sus hijos a escuelas presenciales, o para aquellos estudiantes sin acceso a ella por falta de espacios. Si agregamos la situación económica por la que atraviesa el país, el pago de útiles, transporte, alimentos, uniformes y renta para quienes tienen que vivir en otras ciudades o estados porque en sus comunidades o ciudades no hay escuelas, o la oferta educativa no es la requerida, lo mejor será pensar en acostumbrarnos a esta nueva normalidad.

Hoy es tarea de todos (autoridades, docentes, padres de familia y alumnos) cuestionarnos y resolver ¿qué acciones poner en práctica para ampliar la cobertura educativa?, ¿cómo favorecer la equidad y mejorar la calidad y pertinencia de la educación a distancia?

Estudios de la OCDE señalan que en nuestro país el 55% de los jóvenes coartan sus estudios y uno de los principales motivos es la falta de recursos. Hoy la pandemia nos obliga a diversificar los programas educativos, fortalecer las distintas modalidades e incrementar los programas de educación gratuita y a distancia, esta última, quizá, pieza clave para abatir el rezago educacional pero, ¿qué pasa con quienes no cuentan con las herramientas necesarias para ello? Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de los más de 30 millones de estudiantes en nuestro país, solo 4 de cada 10 alumnos cuenta con una computadora y 5 de cada 10 con acceso a una conexión a internet. La situación se agrava en las comunidades rurales, donde solo 2 de cada 10 estudiantes de estratos económicos menos favorecidos tiene acceso a la red. Algunos detractores de la educación a distancia señalan que en México hay analfabetismo cibernético, sin embargo, no podemos dejar de lado que las nuevas generaciones nacieron en la era digital, por ello hoy el reto principal es hacer de la educación a distancia una alternativa de las mismas dimensiones de la presencial.

El desafío es grande, sin duda, pero la voluntad es mayor. Hoy el tema de fondo no es el aprendizaje virtual, sino tener la capacidad y las herramientas para adaptarnos al cambio, para ser parte de esta nueva normalidad; hoy lo más importante no es cómo ni dónde enseñar, lo esencial es lograr transmitir. El alumno debe mostrar deseo por aprender y el maestro por el arte de enseñar. Si nos rendimos hoy, de nada servirá el esfuerzo del mañana. Al final no cuentan tanto los pasos que damos en la vida, sino las huellas que dejamos. Si Aristóteles inició sus grandes obras a los 55 años de edad, si Darwin escribió El origen de las especies a los 70 y Moisés dirigió el éxodo a los 80, ¿por qué no otorgar el beneficio de la duda a la nueva forma de comunicación entre alumno y maestro?, ¿por qué no pensar en la oportunidad que tienen de dejar huella ante la nueva realidad?

Lo más importante es darnos cuenta de que la educación necesita reestructurarse y no podemos hacerlo con soluciones rápidas, sobre todo porque en la educación lo rápido va en contra del proceso de acumulación, de entendimiento; si entiendes, traduces. Stephen Hawking decía que incluso la gente que afirma que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle. Claudicar, no es opción.

-Por Claudia Mollinedo

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