Anagrama

El lenguaje del juego

Daniel Sada

La familia Montaño es una familia más del norte de México. El padre, Valente, ha cruzado ilegalmente la frontera en dieciocho ocasiones, pero ya no, nunca más, porque ha juntado suficiente dinero para evitar tanto esfuerzo, tanto jugar al gato y al ratón, tantos cruces nocturnos, tantos desafíos a la border patrol, tantos fracasos y vuelta a empezar…Ahora estádispuesto a poner un negocio en San Gregorio, su pueblo, un negocio modesto pero suyo. Tan suyo como la casita que construyóel mismo con la ayuda de su hijo Candelario. Con ese dinero tan duro de ganar y la experiencia adquirida cuando escapóprimero de un centro agrícola y después de los muy peinaditos y fanáticos mormones que le habías ayudado a escapar del centro, y acabóhaciendo pizzas en Pasadena, Valente decide abrir en medio de aquel mundo de tortillas su propia pizzería, la llevarán él, que seráel pizzero, y sus hijos Candelario y Martina. Y quizá, pero sólo quizáintervendrásu esposa Yolanda, que prefiere seguir a escondidas su negocio de lavar y planchar para sus vecinos. Pero San Gregorio estáen Mágico que es México, y el joven Calendario no ve tan claro lo de invertirlo todo, esfuerzo y dinero, en tal negocio: él sabe que en el pueblo ya asoma la inseguridad y de vez en cuando circulan vehículos extraños. Allímismo aún no ha pasado nada, pero corren espesos rumores de gente muerta y colgada en los alrededores. Valente, en cambio sostiene que no hay que vivir con miedo, que no conviene, y que los crímenes suceden hasta en los paraísos más bonitos. Y entonces se inaugura la pizzería, y poco tiempo después, cuando empieza a ir muy bien, Candelario se decide a probar lo prohibido, la marihuana que cultiva en su huerto su antiguo amigo Monico Zorrilla, el hijo del cacique Virgilio Zorrilla, amigo de uno de los capos del narco y enemigo de otro…

Sobre Daniel Sada

(Mexicali, México, 1953 - D.F. 2011) estudió periodismo. Ha publicado los libros de relatos Juguete de nadie y otras historias (1985), Registro de causantes (1992, Premio Xavier Villaurrutia), El límite (1996), y las novelas Lampa vida (1980), Albedrío (1988), Una de dos (1994), llevada al cine en 2002, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1999, Premio José Fuentes Mares), que tuvo un gran éxito de crítica y de público, un gran hito de la narrativa mexicana, Luces artificiales (2002), Ritmo Delta (2005, Premio de Narrativa Colima) y La duración de los empeños simples (2006). Sobre Daniel Sada se ha dicho: «No es tanto un narrador como una prosa. Llamarlo estilista es denigrarlo. Es uno de los formalistas más extremos del idioma, el más arriesgado de los mexicanos» (Rafael Lemus, Letras Libres); «Un narrador profundamente cercano a la esencia del hombre» (Álvaro Mutis); «Sada renovó la novela mexicana con Porque parece mentira la verdad nunca se sabe» (Juan Villoro)

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