Porrúa

Frankenstein

Mary Shelley

“Para entender la importancia del libro que ahora tienes en tus manos te haré una pregunta simple: ¿te imaginas tu vida sin Wi-Fi? Estoy seguro de dos cosas: uno, que tu respuesta fue un rotundo NO y dos, que empezaste a temblar de miedo nada más imaginarte sin conexión a la red el resto de tus días… Y si estamos hablando de un invento bastante joven —apenas hace 20 años que llegó para quedarse—, imagínate qué pasaría en el mundo entero si la electricidad se esfumara de un momento a otro. ¿A poco no te imaginas un escenario espeluznante, algo verdaderamente espantoso? Pues bueno, entremos en el tema y veamos porqué la electricidad puede dar por resultado un cuento de terror y uno magnífico, por cierto.

Aunque la fuerza eléctrica es una manifestación física que ha estado presente desde el inicio de los tiempos, no fue sino hasta poco después de la Revolución Industrial que los científicos, médicos e inventores de la época empezaron a tomarla en serio. Poco después, un señor llamado Luigi Galvani, experimentando con ella en su laboratorio, rozó sin querer un anca de rana con un metal que previamente había cargado para otro experimento y —¡milagro!— la pata saltó a pesar de que el animal del cual provenía estaba muerto muchas horas atrás, quizá días. Lo curioso del asunto es que la esposa, quien había pedido al marido que cortara varias ancas para preparar la cena, se maravilló horrorizada al pensar que si la electricidad podía resucitar la pata de una simple rana, ¡entonces podía resucitar a cualquiera! El rumor corrió más rápido que la luz —vaya ironía— y ya para principios del siglo XIX había médicos que realizaban horripilantes demostraciones con cadáveres electrificados tanto en las cortes reales, como en las cárceles con los recién ejecutados. De hecho, era tal el impacto en el público, que en uno de estos presidios fue tan violenta la carga eléctrica que le aplicaron al cuerpo inerte del criminal, que los asistentes pidieron al verdugo que cortara en dos su garganta por el miedo a que se levantara como si nada.

Es en este contexto histórico que una muchachita bella e inteligente, con ideas feministas heredadas por su madre, y de un amplio criterio cultural gracias a su padre, vino a revolucionar más de un género literario de una sola sentada. Mary Wollstonecraft Godwin tenía 16 años cuando se fugó de casa con su único y verdadero amor, el poeta Percy B. Shelley. Huyendo por toda Europa del padre de la primera y de la esposa del segundo, la pareja llegó a una región alemana oscura y tenebrosa en la que aún pervive un castillo medieval conocido por el nombre de la familia que lo puso en pie: Frankenstein. Además, ahí mismo oyeron hablar de un tal Johann Conrad Dippel, alquimista que había vivido en la fortaleza y cuyos experimentos en su interior buscaban mudar el alma de un cadáver a otro, razón por la cual fue desterrado a Berlín.

La atmósfera lúgubre quedó grabada en nuestra autora hasta que dos años después la familia Shelley visitó a un viejo amigo conocido como Lord Byron en una villa vacacional en Ginebra, recinto del que casi no salieron debido al mal clima, por lo que en una de tantas veladas, aburridos de leer, beber y platicar de lo mismo, el anfitrión lanzó el reto de que cada uno de los presentes debía crear una historia de terror que leería a los demás el tiempo que estuvieran ahí. Al parecer al día siguiente nadie salvo Mary y el médico de Lord Byron, un jovenzuelo enamorado del poeta aristócrata llamado John Polidori, pusieron manos a la obra: el galeno legó al mundo su relato El vampiro, mientras que Mary redactó y editó Frankenstein o el moderno Prometeo entre sus 18 y 19 años y a los 20 consiguió mandarlo a imprenta para ver la luz en 1818, obra en la que ciencia, alquimia y teología se amalgaman a la perfección en una novela única en su género.

No te voy a contar toda la historia, pero deseo rescatar la premisa de esta fantástica obra reflejada en una de las escenas más conmovedoras del libro que estás a punto de leer: vagando por el bosque el monstruo —que nunca tiene nombre— ve cómo una niña está a punto de ahogarse en un río y corre a salvarla arriesgando su propia vida, pero al sacarla del agua el padre de ésta le dispara a quemarropa pensando que por su horrible aspecto, ese gigante no puede ser sino alguien ruin. Es debido a estos factores que Frankenstein resulta un clásico universal que retrata de manera insuperable el anhelo de la humanidad por ser aceptada, por ser amada tal como es, ya que nadie nace siendo malo en sí mismo, es la suma de los factores externos y el rechazo social los que nos vuelven así. Al menos así lo creía Mary Shelley.”

–Por Héctor de Mauleón

Sobre Mary Shelley

Nacida como Mary Wollstonecraft Godwin, su alumbramiento se dio en el seno de una familia de libre pensadores, ya que su madre Mary Wollstonecraft era una fiera feminista desde la infancia: hija de un alcohólico abusivo, se va a vivir sola; trabaja en una editorial londinense; tiene escarceos lésbicos; es asidua a reuniones de científicos; se enamora de un artista casado y le propone a la mujer vivir juntos, cosa que no resulta; viaja a la Francia Revolucionaria, conoce a un Gilbert Imlay, oficial de un regimiento contra los ingleses en la Revolución Americana, empresario con fama de truhán, poeta y novelista, quien intima con Mary Wollstonecraft en París cuando era embajador de Estados Unidos; mujer incandescente se enamora del aventurero y tienen una hija a la cual llaman Fanny Imlay en homenaje a su mejor amiga con la que tuvo escarceos amorosos y que murió de parto; en Francia la Terreur de la Revolución estuvo a punto de guillotinarla pues la acusaron de ser espía de Inglaterra; sigue a su marido a donde fuera, es el ideal romántico, ella se siente una heroína tanto del romance como de la historia y con la criatura en brazos persigue a su hombre hasta Escandinavia donde el aventurero tenía negocios; es despreciada; después del periplo por mares helados, con escasos recursos, Wollstonecraft regresa a Londres; escritora, amiga de artistas y de la tertulia intelectual de la ciudad, se llama a sí misma la primera mujer de un nuevo género; con un intento de suicidio y una docena de obras publicadas, entre la que destaca La vindicación de los derechos de la mujer, se casa con el padre de la autora de Frankenstein y muere de fiebre puerperal días después de traer al mundo a su hija Mary. Por su parte, William Godwin, además de pastor calvinista, también era un renegado político, filósofo liberal, escritor polémico, periodista incómodo y señalado por los conservadores británicos como un «ateo pútrido», quien al casarse con Wollstonecraft adopta a la hija mayor sin problema alguno haciéndose cargo a partir de ese momento tanto de su educación como la de su hija natural a pesar de sus constantes problemas económicos, por lo que durante un tiempo su formación estuvo a cargo de una institutriz para posteriormente pasar una breve temporada en un internado.

A los 16 años, Mary conoció a un cliente asiduo de la librería que su padre atendía y quien era uno de los más acérrimos seguidores de William Godwin: Percy Bysshe Shelley, de origen aristocrático, un escritor de tendencias radicales que había sido expulsado tanto de la universidad de Eton como de la de Oxford y no sólo eso, pues cuando Mary inició su relación con Percy, éste ya estaba casado. A pesar de ello, Mary, su media hermana Claire Clairmont —hija de la segunda mujer de su padre— y él se fugan temporalmente a Francia para seguir adelante con su romance y posteriormente realizan un intenso viaje por Europa que los lleva a visitar, entre muchos otros parajes, Suiza y Alemania, escenarios que servirían de inspiración para la obra maestra de la joven escritora. De vuelta a Inglaterra el rechazo social fue absoluto y las desgracias se sucedieron. Mary, que estaba embarazada, perdió prematuramente a su hijo; las deudas les ahogaban; recibieron un fuerte rechazo por parte de William Godwin no por su amorío, sino porque Shelley era un hombre casado y precisamente por ello también tuvieron que soportar y cargar en sus hombros la responsabilidad del suicidio de Harriet, la verdadera esposa de Percy. A pesar de todo, en 1816 contraían matrimonio. Por otra parte, el resultado de su vagabundeo fue el primer embarazo frustrado de Mary, que además hubo de sufrir la pérdida de dos hijos más. Solamente uno, Percy Florence, permitiría a Mary ejercer
como madre.

El mismo año de su matrimonio acontece un viaje que habría de inspirarla a escribir Frankenstein, la novela gótica que la encumbró eternamente. Publicada por primera vez el 1 de enero de 1818, con tan sólo 20 años de edad por parte de la autora, en la introducción a la edición de 1831 Mary explicó cómo la idea de Frankenstein le sobrevino viviendo en Escocia donde su padre le había enviado a vivir con la familia de otro radical, William Baxter. Los paisajes del entorno fueron los que hicieron a Mary imaginar su obra. Pero fue unos años más tarde, en una villa cercana al Lago de Ginebra, donde Mary dio forma definitiva a Frankenstein. En 1816 Mary, Percy y Claire Clairmont, viajaron hasta Ginebra invitados por el poeta Lord Byron, quien vivió un romance con la hermanastra de Mary. El grupo de pensadores pasaba el tiempo paseando por los alrededores de la villa y navegando por el lago. En sus veladas leían historias de terror. Un día Byron propuso que cada cual escribiera la suya propia. Mary escribió la suya a raíz de un sueño que había tenido. Nacía uno de los mitos del terror más conocidos de todos los tiempos.

La primera publicación de la obra fue anónima, pero la firma de Percy en el prólogo de la misma hizo creer a todo el mundo que Frankenstein la había escrito él y no su mujer. Esta obra, un logro más que notable para una autora de solo 20 años, se convirtió de inmediato en un éxito de crítica y público. Ese otoño, Percy Shelley debió salir a menudo de Londres para evadir a los acreedores. La amenaza de prisión, combinada con su pobre salud y el temor a perder la custodia de sus hijos, contribuyó a la decisión de la pareja de abandonar Inglaterra y vivir en Italia el 12 de marzo de 1818, llevándose a Claire Clairmont con ellos. No tenían intención de regresar.

Por otra parte, cabe decir que ninguna de sus obras posteriores le consiguió tanta fama como la primera, pese a que escribió seis novelas más, 27 cuentos, tres relatos para niños, poemas, crónicas de viajes y artículos de crítica literaria. Su novela El último hombre (1826), considerada lo mejor de su producción, narra la futura destrucción de la raza humana por una terrible plaga. Lodore (1835) es una autobiografía novelada. Tras la muerte de su esposo, en 1822, Mary se dedicó a difundir la obra del poeta. Publicó así sus Poemas póstumos (1824) y editó sus Obras poéticas (1839) con valiosas y detalladas notas. Los últimos años de su vida fueron un camino de sufrimiento causado por un tumor cerebral que terminaría con su vida el 1 de febrero de 1851. Su última voluntad fue ser enterrada junto a sus padres. Descansan en el cementerio de St Peter, Bournemouth. Tenía 53 años.

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