“A mi generación nadie le dijo cómo ser padre. Si acaso, nuestros padres nos enseñaron a ser hombres, pero nunca padres.” -Alejandro Zambra
Hablando socialmente, el mundo ha demostrado que pocas veces perdona a quienes hacen su voluntad sin meterse con nadie. El hecho de que alguien sea bueno, brillante y talentoso en la manera que se gana la vida y que —¡además!— ello engendre prestigio, fortuna, pero sobre todo el respeto de los suyos sin pedirles nada, genera un estigma que en su mayor parte siempre resulta negativo para las personas que lo rodean. Al menos así le ocurrió a Oscar Wilde, incómodo personaje de la época victoriana, cuya calidad literaria, así como su actitud cínica y sagaz, le valió el repudio de la sociedad de su tiempo muchos años antes de su famosa reclusión en la cárcel de Reading.
Aunque toda su vida estuvo ligada a la pluma, el debut en imprenta de Wilde se dio hacia sus veintisiete años con Poems (1881), compendio donde incluyó una amplia gama de trabajos líricos que iban desde sus años como universitario, así como colaboraciones que fueron apareciendo cada vez con mayor frecuencia tanto en periódicos europeos como estadounidenses. Destinado al éxito comercial, pero sobre todo a destacarse a sí mismo con cada publicación, el autor agotó cuatro ediciones de este volumen en poco tiempo, además de ganar elogios tanto de crítica como de público.
No obstante, su producción literaria, al menos en lo que respecta a los volúmenes que conjuntan su obra y que aparecieron en vida del autor, comprende ocho breves años que van de 1887 a 1895. Insistimos, lo anterior no significa que haya habido lapsos de escasez creativa, al contrario, Wilde fue un autor bastante versátil cuya escritura abarca aforismos, filosofía, política, narrativa, poesía y dramaturgia, lo que nos permite inferir que siempre fue un artista en activo que se pudo dar el lujo de abordar temas tan variados que van desde lo fantástico hasta el incipiente socialismo que a finales del siglo XIX comenzaba a discutirse como una ideología política plausible en el mundo entero (The Soul of Man Under Socialism, 1891).
Brillante, pero sobre todo vanguardista en cada una de sus facetas, su estilo de vida iba de la mano con aquello que escribía, especialmente las páginas que corresponden a la última etapa de su obra: hacia 1890 Wilde publica un relato que causa polémica. Acostumbrado a ello y siempre animoso, al año siguiente logra publicarlo en forma de novela con algunas supresiones y adiciones, legando al mundo El retrato de Dorian Gray. Dos meses después el sino de la tragedia llegó a la vida del dandy más famoso de su momento: su admirador número uno, Alfred Douglas, se presentó ante el autor irlandés con la afirmación de que había leído su novela catorce veces una tras otra… el resto es historia. En su prólogo a la novena entrega de Clásicos Porrúa, en colaboración con Círculo Editorial Azteca, Sergio Sarmiento reflexiona con su acostumbrada inteligencia las repercusiones sociales, éticas y morales de esta obra maestra:
Un cuento (in)moral
«El retrato de Dorian Gray es hoy la obra más conocida de Oscar Wilde y en su momento fue también la más controvertida. Es la primera y la única novela de este escritor irlandés que atinadamente comentó: “en toda primera novela el héroe es el autor como Cristo o como Fausto”.
Dorian Gray es un alter ego fáustico de Wilde, el personaje que el autor hubiera deseado ser no sólo porque expresaba un sentido hedonista de la vida, sino también porque incursionaba en ese lado oscuro de la moral que siempre lo atrajo. Dorian no sólo podía cometer todos los pecados y todos los excesos, como Wilde hubiera deseado, sino que su físico no lo reflejaba. Gray no hizo un pacto con el diablo, como Fausto, pero sí permanecía siempre joven gracias a un retrato escondido que absorbía los estragos de su vida de desenfreno.
El retrato… es una novela filosófica que versa sobre el bien y el mal, pero también sobre la libertad del arte. Desde la publicación de su primera versión, como un cuento largo, en 1890, en Lippincott’s Monthly Magazine, los críticos la tildaron de inmoral. La empresa editora, W. H. Smith, retiró las copias de la revista de los estantes en estaciones de ferrocarril. Wilde suavizó los aspectos de erotismo homosexual para enfatizar el tema de la libertad del artista y expandió el texto antes de publicarlo en forma de libro. En esta nueva versión incluyó un prefacio con una serie de reflexiones filosóficas que buscaban defender a la obra en contra del moralismo de sus críticos.
“No existen libros morales o inmorales —argumentó—. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo… La vida moral de un hombre forma parte del tema que interpreta el artista; pero la moralidad del arte consiste en el manejo perfecto de un medio imperfecto… El artista nunca es morboso. El artista puede expresarlo todo”.
Wilde no logró, sin embargo, mantener esa independencia del artista frente a los juicios morales de la sociedad. El retrato de Dorian Gray, su única novela, predispuso a la sociedad británica de su tiempo a considerarlo como un personaje inmoral. Lo hicieron también sus desplantes de vida gay, en los dos sentidos de la palabra, en la sociedad del Londres de la época. Sus comedias para el teatro, como La importancia de llamarse Ernesto y El abanico de Lady Windermere, fueron muy populares y le dieron fama y una situación económica acomodada; pero el juicio por difamación que lanzó en contra del marqués de Queensbury, padre de lord Alfred Douglas, su joven amante, terminaría por llevarlo a la cárcel por indecencia grave.
Dos de sus obras más notables surgieron de ese periodo de desgracia ante el moralismo de su tiempo, De Profundis, una reflexión espiritual, y La balada de la cárcel de Reading. Wilde, sin embargo, murió indigente en París en 1900, cuando apenas contaba con 46 años de edad.
Desde sus cuentos infantiles como El príncipe feliz y El ruiseñor y la rosa, hasta sus obras maestras del final de su vida, las obras de Wilde se cuentan entre las más perfectas de fines del siglo XIX. El retrato de Dorian Gray es importante no sólo por ser su única novela, sino también por expresar muchas de las ideas éticas y estéticas que marcarían no sólo sus trabajos literarios, sino su vida. Es paradójico que este hombre que hizo del hedonismo una práctica aceptada y aplaudida en su momento haya terminado su existencia de manera tan trágica. Pero la vida de Dorian Gray, ese personaje que lo representa a él mismo, tuvo exactamente el mismo destino. Por eso es tan importante leer la novela y pensar en la forma en que las reflexiones éticas que planteó terminaron por cobrarle una factura en la vida real.»
–Sergio Sarmiento
Libro: El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde. Colección Clásicos, Editorial Porrúa y Círculo Editorial Azteca. Prólogo por Sergio Sarmiento.