“A mi generación nadie le dijo cómo ser padre. Si acaso, nuestros padres nos enseñaron a ser hombres, pero nunca padres.” -Alejandro Zambra
Con motivo del COVID-19, Círculo Editorial Azteca invita a sus lectores a que nos cuidemos entre todos informándonos sobre las indicaciones del sector salud tanto de nuestro país como de organismos internacionales, a que seamos prudentes con nuestras compras, pero sobre todo a que el tiempo que debamos permanecer en casa —si es el caso— sea de calidad, por lo que a continuación dejamos recomendaciones literarias que se pueden disfrutar en cualquier dispositivo sin necesidad de salir a la calle y que abordan o fueron escritas a causa de epidemias como la que enfrentamos en este momento.
Atribuido al rey Salomón, el antiguo proverbio de que «no hay nada nuevo bajo el sol» resulta una verdad indiscutible, si no para la vida misma, al menos sí para la literatura: no existe tema, tópico, trama, conflicto o personaje que no hayan sido tratados por autores de todos los tiempos. De hecho, la maestría y el talento de un autor radica en la forma en que conjuga los elementos anteriores y la manera en que su escritura se nutre de ellos, de ahí que una historia guste a los lectores y trascienda épocas enteras; en pocas palabras: no importa el «qué», sino el «cómo». Referente a la situación actual, el tópico de las epidemias ha permeado a escritores que van desde la antigüedad hasta nuestros días.
Edipo rey – No cabe duda que el teatro griego es el origen de la literatura occidental por excelencia y de hecho sigue influyendo hasta nuestros días incluso en el cine comercial; como muestra tenemos a Thanos, el villano de Avengers: Infinity War, quien sacrifica a Gamora para que pueda realizar su proeza, pasaje basado en Ifigenia en Áulide, donde Agamenón hace lo propio al ofrendar a su pequeña Ifigenia a la diosa Artemisa para que sus embarcaciones, varadas por falta de viento, puedan proseguir su camino a Ítaca.
Dramas notables, todos ellos han llegado hasta nosotros de manera fragmentaria, pero gracias a los trabajos de innumerables filólogos durante cientos de años, así como a la mención de sus argumentos en otros textos, podemos disfrutar, si no de todas, al menos de las más notables, entre las que se cuenta Edipo rey, sin duda la más famosa. Dicha tragedia inicia a mitad de la historia —o en términos técnicos in media res—, donde vemos que el pueblo de Tebas suplica al bondadoso y noble gobernante que da nombre a esta obra, que los salve de la peste que enferma a los hombres, mata a los ganados y diezma sus sembradíos. Él, consternado por la fatalidad que azota a los suyos, envía a su cuñado Creonte a que indague con el oráculo de Delfos el motivo de esta miseria, que no es otro que el castigo de los dioses por el asesinato de Layo, su antiguo rey, además de permitir que el asesino viva entre ellos impunemente. Es así que Edipo se da a la tarea de descubrir al homicida para salvar a su pueblo de la peste, pero lo que no se imagina son las funestas consecuencias que esto le traerá en su destino…
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El decamerón – La tan temida muerte negra —o peste bubónica— asoló gran parte de Europa y diversas regiones de Asia durante el siglo XIV. Con este contexto de fondo, Giovanni Boccaccio sitúa su obra cumbre en la Florencia de 1348, donde siete mujeres y tres hombres huyen de la ciudad a una villa ubicada en una alejada montaña con la finalidad de evitar contagiarse. Hartos de tan nefasta situación, y para pasar el rato, se proponen contar cada uno de ellos un relato distinto durante los días que pasen juntos, con la condición de que sean historias alegres y jocosas, pero sobre todo que versen sobre el tema amoroso, por lo que hay varios de ellos que rayan en lo pornográfico sin por ello resultar insultantes o vulgares.
Cabe decir que además de ser una de las primeras obras literarias del Medievo tardío que no se abocan a la religión, el autor da por sentado que la mayoría de los hombres no actúan con sensatez, honor y respeto ante las mujeres, por lo que dedica y dirige su discurso principalmente al público femenino con el fin de confortarlas ante el maltrato masculino, haciendo de este libro un texto adelantado en más de un aspecto. Como dato curioso, existe una adaptación cinematográfica llevada a cabo por Pier Paolo Pasolini.
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Venus y Adonis – Es 1593 y los teatros de Londres cierran debido a… Bueno, ya sabemos. Si esto es malo para el público, resulta preocupante para los actores y dramaturgos, sobre todo para el mejor de ellos, un joven de 29 años llamado William Shakespeare. Hombre de letras, pero también de acción y quien empieza a gozar de las mieles del éxito, además de una pequeña fortuna que crece con cada drama suyo, decide dejar la dramaturgia durante la cuarentena y en su lugar escribe poesía. Aunque la vida del Bardo sigue resultando un misterio aún ahora, se dice que su arte floreció y se perfeccionó gracias a que hizo innumerables traducciones de tragedias griegas, obras donde aprehendió el modelo del teatro clásico para después renovarlo. Debido a esto, no es casual que el tema del primer libro que se preocupó por mandar a imprenta —de hecho sólo publicó dos en vida, éste y La violación de Lucrecia— recoja un mito griego: la diosa del amor y la sensualidad se enamora de un apuesto cazador que la desdeña, a pesar de los sugestivos intentos de ella hacia él, quien finalmente muere debido a las heridas que le provoca un jabalí estando de cacería, figura alegórica que representa su arrogancia, es por eso que desde ese momento Venus decreta que el amor siempre irá acompañado de dolor. Con una carga altamente erótica, resultó un éxito de ventas y en vida del poeta se hicieron alrededor de dieciséis ediciones. Para terminar este inciso, apuntemos que Shakespeare dotó a sus personajes femeninos de una fuerza, independencia y trascendencia que pocos escritores de su época se preocuparon por retratar: además de Venus está Lady Macbeth, Cleopatra, Julieta o Desdémona, por mencionar algunas.
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La máscara de la muerte roja – Hacia 1842 el atribulado Edgar Allan Poe publica un texto donde, a diferencia de Edipo, el acaudalado príncipe Próspero decide dejar morir a su pueblo a manos de la «Muerte Roja», terrible peste que azota un país indeterminado. Poco le importa el sufrimiento de sus súbditos y decide marcharse a una abadía lejana para encerrarse con mil caballeros y damas de su corte, a quienes agasaja cada noche con bufones, bailarines y, sobre todo, «hermosura y vino». Los meses pasan y mientras más terrible se vuelve la «Muerte Roja» fuera de las altísimas murallas de la fortaleza, mejor se la pasan los convidados del príncipe, quien en un «generoso» acto para con ellos, idea una mascarada descomunal como nunca hayan visto antes. Confiados en que nadie puede entrar o salir, a media noche un «enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata». Indignado, Próspero le exige quitarse la careta para enfrentar al soberano, quien piensa en castigar su insolencia clavándole un puñal a quien sea que resulte culpable de esa insolencia… Tal como el príncipe ordena, la máscara cae… Y con ella, todos los demás.
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